Domingo Guzmán López
Abigail Boersman-Da Costa, holandesa, es una mujer diabética con fobia a los médicos. Los
diabéticos corren muchos riesgos de salud, sobre todo en cuanto a la cicatrización
de heridas de los miembros, por los problemas de irrigación sanguínea.
Por
ello, Abigail se preocupó mucho al ver que había desarrollado una gran
infección en el dedo índice de su mano derecha, debido a una pequeña cortada. Con
miedo, día tras día ella veía cómo el corte se amorataba e hinchaba más,
pensando que iba a perder el dedo.
Poco
después, mientras dormía, sintió que alguien hacía una cirugía en su dedo, curando
la infección. Por la mañana se encontró con el dedo mojado, sin nada de hinchazón
y con una incisión; aunque con bastante dolor aún. Ese día Abigail acudió a la
iglesia a dar gracias a Dios, San Rafael y el Dr. José Gregorio Hernández por el
milagro. Los siguientes días sintió, mientras dormía, la visita del médico y poco
a poco el dolor cedió.
La
punta del dedo de Abigail se veía como una rosa de tres pétalos. Como una flor,
día a día se fue secando y sus pétalos, uno a uno, fuero cayendo. Finalmente no
hubo rastro de la grave infección, ni siquiera una cicatriz.
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